sábado, 18 de septiembre de 2010

la mortalidad de una imagen y otros dilemas

Una de las grandes cuestiones que luchan en mi cabeza a la hora de hacer fotografías de ocio (hablando de MI ocio) es si hacerlas o no...
Hubo un momento en el que pensaba que hacer una fotografía de un momento que estás disfrutando es materializarlo y matarlo. Se me metió en la cabeza que, si hacía una fotografía de algo que nunca querría olvidar, significaba convertirla en algo que podría "tocar", que podría "modificar", podría "maltratar" e incluso podría "eliminar". Y los recuerdos tienen que vivir en nuestra cabeza, en nosotros... son únicos y nadie los siente de la misma manera...
A esto le sumaba el hecho de que, sinceramente, hacer una fotografía de un momento personal que estoy disfrutando, es matar completamente la sensación de libertad. Es cortar la carcajada sin reservas. Es dejar de vivirlo para convertirlo en foto...

Pero aún así seguía yo cuestionándome qué significa hacer una foto sobre "mi" ocio.

Estoy leyéndo a trozos un libro escrito por Susan Sontag en el que constan una serie de artículos que escribió "Sobre la fotografía". El primero de los capítulos me cautivó hablando de este tema (de una manera indirecta) diciendo que ha llegado un momento en el que vivimos las cosas para hacerles fotos y que sentimos que no hemos estado en un lugar si no las guardamos con nuestras cámaras. Me da la sensación de que tenemos que inmortalizar todos esos momento por miedo a que se nos escapen y dejen de ser reales. Ya no visitamos lugares, les hacemos fotos. No estás en París si no te has hecho una foto en la Tour Eiffel. No puedes demostrar haberte dado un paseo en góndola si no sacas la pertinente fotografía en los canales de Venecia...
Me hace gracia Sontag, nos llama "yonkis de las imágenes" y habla de la "compulsión a fotografiar" como "transformar la experiencia misma en una manera de ver (...) tener una experiencia se transforma en algo idéntico a fotografiarla. (...) Mallarmé afirmó que en el mundo todo existe para culminar en un libro. Hoy todo existe para culminar en una fotografía."

Y es cierto...

Así que mi rebeldía me llevó a dejar de hacer fotos en momentos que quería vivir. Reuniones familiares, amigos, esa  persona a la que no olvidarás nunca y que una foto sólo haría que marchitar su recuerdo... etc.

Pero el otro día me encontré con un opuesto a mi teoría improvisada. Jacques Henri Lartigue. Fotógrafo francés. Una exposición que parecía una oda a la diversión. Era un retrato de los más puros y sinceros de sus momentos más improvisados y disfrutados. Vacaciones en la playa. Vacaciones en la nieve. Viajes en coche. Mañanas de piscina con su familia. Sobremesas en restaurantes. Risas. Momentos sinceros. Habitaciones llenas de humo. Esa luz que se te escapa si no la aprovechas... Todas sus fotos me parecieron especiales y justamente porque eran esos momentos de felicidad que vives durante un momento. Y se van. Eran fotografías que habían conseguido inmortalizar esas milésimas de segundo, ese eco entre risas, antes de que se difuminaran con el ambiente... Su objetivo había sido inmortalizar sonrisas, guardándolas en una caja para que cuando alguien las destapara, le invadieran.... Y lo consiguió...

En el fondo me gusta esa idea. Y es lo que me gusta de hacer fotos. Inmortalizar esos momentos en la vida de otras personas. Regalarles lo que no ven cuando lo sienten. 

Supongo que todavía seguiré con el dilema de qué hacer, en mi caso. Hasta que llegue alguien y me diga "tú disfruta, ya hago yo las fotos"

Pero de momentos las haré yo. Así que disfrutad, que ya hago yo las fotos...


2 comentarios:

  1. Quizá se trata de la libertad que te proporciona el libre albedrío para elegir cómo quieres guardar ese momento.

    De todas formas, la vida vista desde tu objetivo es de una belleza imponente.

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  2. tienes toda la razón... quizá es el elegir en ese momento, si vivirlo plenamente o grabar una copia de su recuerdo.

    Gracias por tus palabras, siempre. Es un placer mostrar mi mundo para que todos puedan ver lo que veo.

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